domingo, 16 de agosto de 2020

TAÑIDOS QUE NO ACABAN

De repente doblaron inusitadas campanas escuchadas
en el interior de mis más íntimos arcanos.

Todas las campanillas rompieron en bullicio
cuando te sentí llegar al camino de mi vida.
 
Redoblaron las campanadas de toda la catedral
en que se convirtió mi cuerpo desde entonces.
 
Cientos de campanas de bronce latino
echaron a volar cuando te vi y me sonreíste.
 
Más campanadas resonaron por los cuatro puntos
cardinales de mi geografía interior incrédula.
 
Aún en sueños se agitaban en bullicio inexplicable
otros altos campanarios, golondrinas y colores
 
y fue febril el repicar, con eco en las neuronas
y en los recovecos e insondables ritmos cardiacos.
 
Fue una fiesta de pájaros y algarabía de algarrobos
y almendras, estrellas, luna y fantasías azules.
 
Te invité a escuchar las locas campanadas
que inundaron nuestros rostros, las escuchaste.
 
Soñaba contigo, soñaste quizá, quién no lo haría,
con azares en la mano escuchando mil repiques
 
de jubilosas campanas y pájaros revoloteando
en torno a la torre de la iglesia del pueblo…
 
Los tañidos y el jolgorio mutaron su esencia
a copas amargas de desconcierto y pena,
 
al llegar la tarde, llegó el tiempo que esperaba,
sin que haya cristal cortando el vino inaugural…
 
Se hizo tarde, las campanas siguen doblando
sin pausa, pero con un dejo de tristeza incalculable
 
y no vieron ni oyeron compases del órgano sonando
ni las flores, ningunas manos enlazadas, ni testigos
 
ni derroche de flores y aplausos, y abrazos, y augurios
junto a dorados candelabros, y la tierna mirada
 
del gran Juez desde el alto retablo, señalando
su acuerdo con una entusiasta promesa pronunciada.
 
Ves, no siempre las campanas suenan a rebato
y su voz es no solo alegría, sí, desconcierto o llanto.
 
Las campanas se han quedado lúgubremente sonando
quizá con olor a soledad, a ausencia inescrutable.  
 
Doblan las campanas y doblarán irreversiblemente solas
si no trepamos las torres blancas del anhelo
 
si no batimos como locos todos los badajos broncíneos,
si no sacudimos los cabos y soltamos todos los tañidos.
 
Doblan las campanas y doblarán irreversiblemente solas
por el paso final de lo que no fue y no será, para siempre.
 

 

                                                    Bolívar Delgado Arce

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