sábado, 31 de agosto de 2019

ARITMÉTICA

Me decían los chicos de la escuela:
-Aprende la aritmética.
-David, estudia la aritmética...
-Tú no sabes aritmética. !Eres tonto!

Me gritaba mi padre diariamente:
-Estudia la aritmética,
!aprende la aritmética!...
Si no sabes la tabla de sumar,
no irás al cine el domingo,
ni al carrusel, ni al foot-ball...
Hay que saber que dos y dos son cuatro
para poder vivir.

Me rogaba mi madre, entristecida:
-Aprende la aritmética,
estudia la aritmética:
si no sabes restar y dividir
no tendrás un futuro,
ni dinero, ni casa, ni amigos, ni coche...

Y no aprendí las tablas de aritmética.
Ni he logrado el futuro, ni el coche, ni el amigo;
pero he tomado todos los dones de la Vida,
gozándolos intensa y plenamente.


                                  David Ledesma Vásquez
                                           (Ecuatoriano)

De: "Cristal"

domingo, 18 de agosto de 2019

EMOCIÓN VESPERAL

Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día.

Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.

Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas.

Y que, al desvanecerse el espejismo
desde las glaucas ondas del abismo,
le tentarán las últimas sirenas.


              Ernesto Noboa Caamaño (Ecuatoriano)
                                    (1889-1927)


lunes, 12 de agosto de 2019

SOFISMA

De la ternura y la distancia apenas
tengo un recuerdo,
sobrevivo sin encontrar mis  pasos
y no espero que el tal vez, el hoy o el mañana
no hagan presa fácil de mis carnes
atormentadas y doloridas por el fatídico hacer
y no hacer nada.
Irrenunciablemente dejé atrás olvidos
en cada gajo de los días desgajados,
partí rompiendo rutas de otros tiempos;
creí, que deshaciendo penas
también estaba haciendo.
Ahora, digo cosas tal vez dichas
y no me avergüenzo,
muriendo sin cesar otros también están viviendo
 así, sin ser y no ser nada
también vivo, y viviré aunque haciendo bufonadas.
A punto estuve a veces de encontrar la nada
y la nada -que de por sí ya es historia-
huyó de mí sin motivo;
en otras, -creí como todos-
que podría caminar sin hacer ruidos,
pero, el chasquido de los días hecho llanto,
el compás de corazón golpeando el pecho
abolieron mi exigua calma (si la hubo)
mis incongruentes gestos y mis ansias.
Mezclé, mi inquietud y mi esperanza
con ese devenir inexplicable de los astros,
se fundió mi parecer y mi distancia
cuando emprendí -a pesar mío- esta erranza...
Ya no hay ayer, ni mañana
solo hay tardes,
el largo trajinar se ha recostado en el camino
ya no hay futuro, ¿para qué seguir?, tampoco dudo
que no hay presente, ni ayer, ni el mañana.


                                            Bolívar Delgado Arce

De: "Palpitaciones de aquí de allá y del retorno"


martes, 6 de agosto de 2019

EN NUESTRO CORAZÓN POR SIEMPRE


 -A Marcia Eliana Pinos Navas-

Solamente unos pocos minutos en medio del pesar, la nostalgia, la pena y ya la añoranza, para expresar el más sentido agradecimiento en nombre de toda la familia, presentes y ausentes, a cada una de las almas nobles que en este momento acompañan tan aciagas horas, en que honramos la memoria en medio del dolor en la despedida desde acá, hacia lejanas tierras; gratitud imperecedera a familiares, amigas, amigos, compañeros que estuvieron ayer, a los que permanentemente han estado pendientes, por varios medios, del desenlace fatal de ese camino de expiación señalado para llegar a Dios, para Marcia Eliana, hija, hermana, abuelita, madre, esposa, compañera, amiga, hermana política, comadre, y cuantas otras virtudes encierra en sí, una madre, y que se desbordan más que nunca, cuando tiene que decirnos adiós.

Una de esas mujeres que, dejando atrás un país mal gobernado, se sumó a la búsqueda de horizontes distintos en nuevas tierras, en nuevos destinos, donde a fuerza de fe en Dios y en la Virgen María, y de lucha indetenible, pudo sacar adelante a sus hijos, ser apoyo de sus padres, hermanos, hermanas y familiares, paisanos y amigos que se fortalecieron con ella, en el calor de la ausencia, y del recuerdo de sus nativos lares.

Quién cómo Marcia Eliana para ser mujer de fe, de servicio a las cosas de la Iglesia, en el Santuario de la Virgen del Monte Carmelo, en Jersey City; quién como ella para ayudar en la pastoral y en las múltiples acciones de bien de esa comunidad, en el servicio a la caridad y atención a los coterráneos enfermos y necesitados; quién como ella para su lugar de habitación, convertirlo en centro de operaciones familiares, en las buenas y en las malas; para mantener vivas costumbres y tradiciones de la lejana patria; donde con sacrificios y no poco amor, concentró a todos; aún en su lecho de dolor, en sus últimos días, cuando reunió al 100 % de su hermandad, aunque para compartir su agonía y el dolor inenarrable  de ellos y de su madre. Se despidió de Linda Nelly días atrás, y esperó que vayan sus 2 últimas hermanas, a las que no veía, Eugenia y Catalina, para luego de unos días de ratificarse hermanas para siempre, decidirse partir, atendiendo ahora sí el supremo llamado…

Y en estos momentos reposa ya en el lecho frío de la muerte, ante tantos ojos incansables en el llanto irremediable; pero que no dudan en mirar al cielo, ante la certeza de que ya está gozando de la ausencia de dolor, de paz, de la eterna dicha de ser con Dios, con su, y nuestra Santísima Virgen, en el paraíso eterno.

Hace casi dos años, cuando retornó a esa tierra, a esa patria que le acogió con sus brazos abiertos, y le llamaba para acogerlo en su regazo para siempre, se despidió también de nosotros, sabiendo que quizá era el adiós final; las manos levantadas no fueron como en ocasiones anteriores; tampoco sus y nuestras lágrimas, ante la denunciada presencia de la enfermedad temible.

Y así acaba de irse, de volar al cielo nuestro familiar querido e inolvidable; dejándonos con el frío de su partida los más gratos e imperecederos recuerdos, de tantas cosas a su lado. Mujer buena, sencilla, hacendosa, en esta hora en que con los tuyos, allá en el destierro, y en esta tu tierra de origen, hoy te evocamos, y nos hemos reunido para elevar juntos oraciones al bendito Dios, te aseguramos que te hacemos falta, que sentimos la distancia de tu entrañable voz, de tus abrazos cariñosos, de tus manos generosas, de tu espíritu y tu fe inquebrantables.

Desde esta distancia, te decimos, te digo, Marcia Eliana, que hoy el Supremo Hacedor ha querido llevarte a su lado, para premiarte por tanto esfuerzo, tanta vida dada, y tantas buenas obras; nos toca entonces, me toca despedirte, como lo hicimos siempre, despedirte en el recuerdo de tu querida presencia en nuestras vidas, que nos reconfortará; y decirte un adiós postrero, elevar juntos a Dios una enésima oración, con el corazón acongojado y el dolor a flor de piel; pero queremos asegurarte asimismo, que te tendremos presente en todas las cosas, en todos los instantes, y que sentiremos tu amor, tu presencia amable; tus bendiciones y tu amor desde el cielo, desde donde has de continuar guiándonos en nuestro paso por este mundo, camino a ese día en que volveremos a encontrarte, a abrazarte con el inacabable cariño de siempre; nueva embajadora nuestra en el cielo, nuevo ángel de la Corte Celestial. Te decimos desde acá, gracias, mil gracias por todo Marcia Eliana Pinos Navas; adiós por ahora, adiós, hasta luego, hasta siempre, hasta nunca, hasta toda la eternidad, te vas llevándonos contigo en tu mente eternal, y te quedas acá en nuestra alma, en nuestras oraciones, en nuestro corazón.
                                                     ADIÓS

PD: Marcia Eliana fue mi estimada 2da. cuñada, de 8, mi comadre; falleció a los 56 años de edad, tras un cáncer fulminante, el martes 30 de julio de 2019, en Jersey City, N.J., EE.UU. Esta despedida la pronuncié en Azogues, su ciudad natal, ante capilla ardiente levantada, tras una Misa de Cuerpo Presente celebrada la tarde del miércoles 31.
                                                                                          
                                                              Bolívar Delgado Arce