Vengo de aquella tierra
apacible, adormilada
y de verde atuendo;
aquella de polvorientos caminos,
de chaquiñanes que,
desde lo alto pasan viendo
el lento avanzar del pavimento,
con el que intentan los hombres
-a nombre de progreso-
ir los campos cubriendo.
Vengo,
de la tierra de verdes
parcelas, aquella embellecida
por azules cerros atardecidos,
enriscada tierra donde
el viento entona fox incaicos
cuando cruza viejos muros
y empedrados caminos;
aquella,
donde el sol por las mañanas
juega con los llamingos,
y con ellos destruye
el rocío helado que amaneció
sobre la hierba,
y sobre la hierba de las cumbres;
y en las tardes dibuja,
sobre el arado
y paredes de una choza,
la silueta
taciturna y melancólica
de una bocina.
Tierra donde no se confunden
del gavilán su alto vuelo
con lo magistral del picaflor;
tampoco,
un caballo que galopa en el rastrojo
y unos patos que vuelan,
y graznan
escapados de cercana hacienda.
Riachuelos transparentes
orillas de saucedales,
frío viento y altas cumbres,
nubes blancas, indígenas, poncho
y zamarro;
llamingos, acémilas, eucaliptos y zigzales.
Un cantar de cielo azul,
esplendor de sol brillante,
prodigiosa sementera, cebadas,
maduros y dorados trigales, aroma
de inigualable frescura.
Esto y más
encuentra el caminante
cuando llega,
cuando existe, cuando vive,
cuando sueña, en la tierra
de donde yo vengo…
¡mi tierra cañareja!
Bolívar Delgado Arce
De: “A lo lejos alguien canta” (Inédito)
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Valoraré en sumo grado su inteligente como generosa referencia a este blog.