Desde un rincón de mi ventana oigo cada aurora
los nítidos anuncios de mirlos y torcazas
que se adelantan en descubrir el añil del horizonte,
y el sacudir, los cerros, su blanca
cabellera
entre trazos y haces de colores inusitados;
pero tú no las ves conmigo,
como igual, a los cerros vestidos del
poniente.
Desde un rincón de mi ventana
veo todas las tardes las luces de occidente,
ojalá las vieras conmigo;
hileras de gaviotas oscuras emigran
sobre las jarcias de quietas embarcaciones,
ojalá estuvieses a mi lado.
y otras tempranamente somnolientas;
querría mostrarte la espuma arribando
a los puertos que esperan en silencio
pero tú no estás a mi lado, y te llamo
y te envío nuevos mensajes en la cresta,
en las crestas de las olas crepitantes
y ciegas de la noche salobre
que parten desordenadas
pero cantando viejas canciones marineras,
y te llevan mis mensajes solitarios y
anhelantes
que no te entregarán, que no recibirás,
porque ellos, como yo, tampoco saben
dónde estás, e igual, no sabes
desde dónde miro todas las tardes
partir bandadas de aves en hileras
y los mástiles de los barcos perderse
en el siempre ensangrentado horizonte
que vela y envuelve también
a los -como yo- abandonados puertos.
Bolívar
Delgado Arce