UN DÍA DE NOVIEMBRE
Los vientos de la tarde presurosos
Los vientos de la tarde presurosos
recorren cimas
y quebradas,
en mi
rostro se hacen pedazos;
recorren
muros y tumbas blanqueadas
tardes grises,
melancólicas y desoladas.
Día
especial, día de oración
es este,
claman corazones adoloridos,
día
triste, lleno de recordación;
fecha en
que más brotan gemidos
del
corazón de los que lloran por los idos.
En el
aire se esparcen mil olores
desde el
huerto generoso y el jardín,
ofrecen a
la vida lindas flores;
unos
buscan rosas, cardos, portan otros un jazmín
y lo
llevan para alguien que hoy es un querubín.
Vagan mil
siluetas por el gran camino
figuras envueltas
en negras sedas,
llorando
a seres idos, recordando el destino
que elevó
su alma; y hoy con miradas perdidas
los
veneran en su campo, con loas y siemprevivas.
Aunque
uno sepa que son diez o es un año
que el
padre, el hermano, o el amigo perdió la vida
se llora,
y no digamos que no, por el extraño,
sin temor
a que se abra más la herida,
al pensar
y no entender lo que es la vida.
Oh!, la
muerte encuentra al escogido
en éste
de la vida el escenario,
como si
él no valiera un gemido
sin importar
si visitó el Sagrario,
lo invita
al cofre funerario.
Así
pasamos de la vida a la muerte:
el
humilde, el sencillo, el cariñoso,
pasamos
todos con diferente suerte;
pasa el
rico, el sobrio, el hombre poderoso…
todos
llevamos el cuerpo hacia el fatal destrozo.
Pues
termina de este modo
del pobre
su suplicio,
y
mientras el rico aún con acomodo
reposa en
la tumba que hizo, de patricio,
los
pobres son ya ricos, como en el día del juicio.
Este día
gris, de frío nácar
solo el
alma se yergue sollozante,
pues el
cuerpo agobiado va a tocar
esa
lápida de frío tiritante,
y no
quiere dar un paso adelante.
Oh!,
Señor, morador de la altura,
pon tus
ojos en el campo funerario
comprended
de los vivos su amargura,
al no
poder interpretar el cruel misterio
de dejar
a un ser en un triste cementerio.
Pensemos
que la vida es un sendero
donde
pobres y ricos han venido
su sino
los puso en su velero
que será
acorde a su carga recibido,
natural,
que si es un pobre, será desconocido.
Y así
pasamos nuestra vida,
de
pobreza o riqueza, perderla no debemos
amémosla
aunque sea con el alma herida,
entendamos
que solo una vez la tenemos
y que volver atrás, no lo conseguiremos.
Ya los ojos no pueden más llorar
y la noche va extendiendo mano fría,
hasta el cielo se ha puesto tristemente a lagrimear
mientras se oye vagar una Ave María
por los pasillos de todos agonía.
Un suspiro sale junto a la voz del corazón,
pide a Dios cumplir estos anhelos:
paz, perdón y salvación
en esta oración que la decimos por ellos,
Padre nuestro que estás en los cielos…
Bolívar Delgado Arce
(Inédito)
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Valoraré en sumo grado su inteligente como generosa referencia a este blog.